Un ensayo sobre el sentimiento de culpa en la pareja.



EL SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD PRINCIPAL ELEMENTO FACILITADOR DEL VACIO EXISTENCIAL TRAS LA RUPTURA DE PAREJA.

Por Ignacio González Sarrió.

Toda ruptura de pareja supone dejar atrás vivencias y experiencias compartidas, intereses, hábitos y modos de vida que a lo largo de los años sustentaron y dieron sentido al día a día de dos personas, que un día se amaron y que en sus buenos momentos, compartieron un proyecto de vida, una ilusión, una preocupación mutua por su bienestar.  Esa unión, si es auténtica, se convierte en el centro de la vida de la pareja y de hecho la pervivencia y calidad de la relación dependerá básica y fundamentalmente de la implicación en el cuidado de ese proyecto común, de esa unión y de la ilusión por mantenerla viva.

Pero en ocasiones surgen dificultades, adversidades externas o internas y por diferentes motivos la pareja se ve desbordada e incapaz de hacerlas frente con éxito. Esta situación se convierte, sino se acierta en la toma de decisiones, en un elemento erosionante de la convivencia, viéndose afectadas de manera ineludible las principales áreas que soportan una relación sana como son la confianza, la sinceridad, la comunicación, la empatía y la preocupación sincera por el otro.

Todo ello va generando un escenario de suspicacia mutua, de distanciamiento y de hostilidad, que termina por alcanzar un grado de deterioro tal que la pareja no puede soportar, fundamentalmente porque entiende que va en contra de la esencia misma de toda relación humana íntima, el amor y la felicidad. Así pues, terminamos por ver a la persona amada, a la persona a la que confiamos nuestras más íntimos deseos, confidencias y aspiraciones en un ser hostil, un enemigo, un extraño.

Llegados a este punto, en el que la pareja toma conciencia de la frustración y sufrimiento que le ocasiona la convivencia, elabora y madura la idea de la ruptura, de la separación, del final del proyecto en común. Esa primera idea le genera un cierto alivio, una esperanza, la persona piensa que en cierta forma está en su mano terminar con todo este sufrimiento, este padecimiento, solo le falta llenarse de valor y tomar la decisión. Para ello la vía más fácil es aumentar la tensión hasta un punto en el que las discusiones, las faltas de respeto, la desconfianza mutua se instale de tal manera, que se convierta en la protagonista cotidiana. Se trata de odiarse, terminar definitivamente con el amor y con la imagen anterior que se tenía del otro.

Así pues, la ruptura y la separación está servida, cada uno de los miembros de la pareja vierte todos sus esfuerzos en cargarse de razones acerca de la insolidaridad, egoísmo, arbitrariedad y desconfianza del otro. En esta fase se instala el dolor y las hostilidades mutuas, faltas de respeto, todo con el objeto de romper esa imagen y auto-convencerse de que la decisión tomada es la más conveniente.

Pero en muchos casos, las personas no tomamos en consideración las consecuencias de este proceso, de esta decisión, una  decisión muchas veces basada en la incapacidad para valorar lo que se tiene y en la impotencia provocada por la sensación de angustia e infelicidad que nos crea sentirnos incapaces de cambiar las cosas, haciéndonos pensar que la mejor opción es la huída, la retirada.

Este tipo de situaciones a la larga, dan lugar a la presencia de un estado que aparece una vez transcurre un tiempo y las cosas se calman. Aparece entonces una enorme sensación de vacío, provocada por la pérdida de la vida en común, y surgen los recuerdos de esa vida, de esos intereses y proyectos comunes, las imágenes de días felices, la calidez de la sonrisa y el abrazo de la persona amada y uno toma conciencia de ese hueco enorme, insondable, inabarcable.

Entonces la persona, todavía inconsciente de que se encuentra inmerso en un estado peligroso de duelo no resuelto, inicia una serie de acciones dirigidas a llenar ese vacío, trata de conocer a otras personas, ocupar su tiempo, pero nada le resulta interesante, más bien se siente ridículo y estafado, francamente frustrado y enfadado consigo mismo.

Surge la culpabilidad, los pensamientos auto-culpabilizadores  y los recuerdos se instalan de manera obsesiva en la mente del individuo. En ese momento, aunque trate de iniciar acciones de acercamiento a la ex pareja, en realidad están destinadas al fracaso, ese proceso está acabado. No obstante, la culpabilidad se instala se aposenta y se cronifica debido al sesgo cognitivo que el sujeto se aplica a  sí mismo y que consiste en discriminar todas aquellas actitudes y comportamientos propios que le llevaron a la separación.

En este momento, la persona se encuentra en un período realmente crítico, merced a un mecanismo psicológico perverso que le impedirá ver la realidad con objetividad, elaborar el pasado y el duelo de la ruptura y le generará un estado depresivo o melancólico profundo que  a su vez le incapacitará para abrirse a nuevas experiencias y conocer nuevas personas.

Si la persona no inicia un exhaustivo y complejo proceso de auto-reconciliación consigo mismo, en el cual su principal objetivo sea la restauración de su propia autoestima, se irá introduciendo más y más en su propio infierno de soledad.

Fdo.

Ignacio González sarrió.
Psicólogo-Psicoterapeuta.
grupospsicojuridica@gmail.com
696102043.

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