INTERFERENCIAS PARENTALES Y ALIENACIÓN PARENTAL.

Las estrategias de Alienación Parental (AP) pueden ser muy diversas al adquirir un carácter explícito o, por el contrario, completamente subliminal. Algunas de estas actuaciones específicas incluirían, Bolaños (2002): 
  1. El progenitor aceptado puede simplemente negar  la existencia del otro o etiquetar al hijo como frágil y necesitado de su continua protección, generando una estrecha fidelidad entre ambos. 
  2. Puede transformar las diferencias normales entre los padres en términos de bueno/malo o correcto/incorrecto,
  3. Convertir pequeños comportamientos en generalizaciones y rasgos negativos, 
  4. Poner al hijo en medio de la disputa, 
  5. Comparar buenas y malas experiencias con uno y otro,
  6. Cuestionar el carácter o estilo de vida del otro, 
  7. Contar al niño “la verdad sobre hechos pasados”, 
  8. Ganarse su simpatía, hacerse la víctima,
  9. Promover miedo, ansiedad, culpa, intimidación o amenazas en el niño. 
  10. También puede tener una actitud  extremadamente indulgente o permisiva”.

Así pues, la AP se entiende como el resultado de una actitud de interferencia constante y voluntaria por parte de un progenitor, cuya principal intención sería debilitar el vínculo entre el menor y el otro progenitor, provocando así el rechazo del menor y generando en este una concepción peyorativa del progenitor rechazado. Para ello, el progenitor que ejerce la alienación llevaría a cabo las conductas y estrategias de Interferencia Parental (IP) también llamadas conductas de obstrucción. Por tanto, no puede considerarse que la AP sea sinónimo de IP, ni que el despliegue de interferencias parentales vaya a ocasionar siempre la alienación parental del menor, dado que en esta intervendrán otros factores, y que atañen, ya no solo a la actitud y estrategias desplegadas por el progenitor alienante/obstaculizador, sino al propio menor y al progenitor alienado/rechazado. De este modo, se podría concluir que, siempre que exista AP, existirán conductas de IP, pero no al revés, pudiéndose ello explicarse por factores externos, es decir, aquellas características propias tanto del menor como del progenitor que no ejerce las interferencias, las cuales se convertirán en factores moduladores y mediadores de la alienación y del rechazo, en función de si se entienden como factores de vulnerabilidad a la alienación o factores protectores frente a la misma. De ahí la importancia de los rasgos de personalidad, tanto de los progenitores como de los menores, pero también de las experiencias y recuerdos previos al conflicto conservados por el menor con el progenitor objeto de las interferencias, la edad y momento evolutivo del menor, las propias habilidades y capacidades del progenitor objeto de las interferencias para saber minimizarlas o contra restarlas, o por el contrario agravarlas, así como la mayor o menor intención/motivación del progenitor agente de interferir en la relación parento-filial (Cartié et al., 2005 ).

Fdo. Ignacio González Sarrió.
Psicólogo. Perito Judicial y Forense.
Colegiado en Valencia.
grupopsico@cop.es
696102043.


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